jueves, 9 de junio de 2011

Escribo porque no sé decir.

Las palabras puestas en un folio en blanco tienen otro sentido.

Más tangible, menos efímero.

No se las lleva el aire de mi boca, rumbo al olvido.

Quedan impregnadas de tinta. De lágrimas, a veces.

Las palabras que escribo ya no son mías.

Tienen vida propia, trazan su destino como si fueran dueñas del mío.

Y saben que lo son.

No sé competir en igualdad de condiciones con ellas.

Cada letra imprime su carácter, sus ganas, su intención de volar.

Hacia otras manos, otras miradas que las amen tanto como yo.

O que las teman un poco menos.

Mi miedo a pronunciarlas siempre me paraliza.

Y me lanza a gritarlas, con rabia contenida.

O callarlas para siempre, como siempre, comedida.

Por eso las escribo.

Para rendirme al encanto de poseerlas en otro alguien,

Para regalarlas a mi propia imagen,

Para que cumplan su misión.

Transmitiendo mi legado.

Mi silencio.

Lo que no puedo decir.

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